miércoles, 11 de abril de 2012

CONCLUSION de Rios Juarez Ana Maria


Los biocombustibles de primera generación, como la producción de etanol es una de las aplicaciones industriales más tradicionales en todos los sentidos, las exigencias de escala, costos y mejoramiento de eficiencia al utilizarse como combustible apuntan casi inexorablemente hacia la utilización de cultivos transgénicos, lo que complicará aún más el debate nacional. Los biocombustibles de segunda generación las ventajas que ofrecen es que pueden ser obtenidos de biomasa que no se apropie de insumos para los alimentos o compita con ellos, como los esquilmos agrícolas o de desechos industriales y urbanos, así no se rivaliza además por el uso de los recursos naturales.

La producción de biocombustibles forma parte de una estrategia competitiva dentro del mercado mundial, principalmente para países desarrollados como Estados Unidos. El problema que genera el alza de precios internacionales en los alimentos agrava una situación agrícola estructural en
México, en donde se ha dejado de lado la prioridad de contar con una política de auto abasto en los alimentos y de insuficiente apoyo en la inversión en el campo. La generación de bioenergía no es la panacea para solucionar la pobreza del agro mexicano, ni solucionaría los problemas de la economía del país en general. Se puede crear un problema socioeconómico ambiental, de no planificarse de forma multidisciplinaria su producción, uso y explotación en el mundo.

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